En colaboración con Hadrián Arias Durán, Montse Carballeira (DEVIARIOS).
Categoría Concurso de ideas.
Entidades promotoras Ayuntamiento de Santander y Colegio de Ingenieros de Caminos (demarcación de Cantabria).
Descripción
El Ayuntamiento de Santander y la demarcación de Cantabria del Colegio de Ingenieros de Caminos convocan un concurso de ideas para enlazar la avenida de García Lago con la senda que discurre por el acantilado de Mataleñas, en Santander. Como condicionantes del proyecto, se determina la necesidad de que la solución sea de fácil mantenimiento, evite la ocupación de plazas de aparcamiento en el nivel inferior y no invada el Dominio Público Marítimo-Terrestre.
La propuesta consiste en una amplia rampa que rodea a una estructura hiperboloide de fuerte carácter y atractivo visual formada por tubos de acero. Su sección generosa va a permitir el tránsito cómodo de viandantes y ciclistas, ofreciendo a los usuarios un lugar agradable para el paseo.
La estructura enlaza con la senda de Mataleñas mediante una pasarela horizontal situada a 13 m sobre el arranque; además, el hiperboloide se eleva hasta los 26 m para alcanzar un mirador con mobiliario urbano que puede ser aprovechado como merendero. Se logra así un hito visible desde toda la playa, que cierra el perfil urbano del Sardinero en su extremo norte con un elemento de carácter escultural potente y representativo. Por último, en el patio interior a la estructura se diseña un espacio de juegos infantiles y un aparcamiento para bicicletas.
La decisión de enlazar el paso con la senda mediante una rampa viene determinada por el carácter mismo de dichas infraestructuras. La senda traza un recorrido al que los usuarios acuden a pasear. El caminar, por tanto, es el fin. Los ciclistas y viandantes no eligen transitar por la senda para llegar con rapidez a un lugar concreto, sino para disfrutar de vistas naturales, para recorrer un lugar único, para alejarse de las máquinas urbanas, para evitar la interrupción de la caminata aguardando la luz verde de un semáforo o la llegada de un ascensor. El usuario de la senda de Mataleñas desea discurrir por un camino, y por eso se les ofrece un camino.
Pero además de ser un elemento de enlace entre dos recorridos urbanos, la rampa debe constituir por sí misma un tramo más del paseo. Para ello se proyectan tres tipos distintos de sección transversal, que irán alternándose a lo largo del itinerario con el fin de ofrecer una variedad visual que actúe como aliciente del recorrido. Dos de estos tipos van a incluir una cinta vegetal en el lateral exterior, y el tercero incluye la disposición de bancos para ofrecer lugares de reposo a los viandantes. A su vez, existen 14 tipos distintos de plantas, agrupadas por especies, para añadir juegos cromáticos y olfativos al recorrido, que se convierte en una suerte de jardín botánico en altura. El tratamiento en madera del pavimento realza la calidad del paseo como espacio urbano.
Con esta propuesta se logran varios objetivos: se enlazan dos rutas urbanas mediante una rampa-jardín de escaso coste de mantenimiento que actúa como parte de los recorridos ya existentes, se crea un mirador en un lugar de gran calidad paisajística, se erige un hito urbano de primera magnitud y carácter escultórico entre lo óptico y lo geométrico, se añaden tres dotaciones urbanas a la zona y se cierra el frente marítimo del Sardinero con una solución que ayuda a comprender el carácter geográfico del lugar, frontera cuatérnica entre el aire, el mar, la ciudad y la naturaleza.
De noche, la estructura se ilmina interiormente como un faro, alumbrando los pasos inferiores y destacando la intervención.
La solución en rampa ofrece una total continuidad urbana, fluidez de paso y una clara coherencia paisajística con todos los elementos existentes en el lugar. Es cierto que las rampas urbanas suelen presentar anchuras estrictas y monotonía en su desarrollo. Por ello, el diseño de la propuesta consiste en una anchura de 3,5 m de los que siempre hay un mínimo de 3 m de anchura libre. Esta dimensión, mayor que la anchura de la senda de Mataleñas garantiza el paseo cómodo de todo tipo de usuarios en ambas direcciones, y también ofrece una vía de acceso rápido a la senda, en caso de necesidad.
El trazado es una espiral con un radio interno variable, cuya longitud entre el paseo y la senda alcanza los 237 m, y entre la senda y el mirador los 218 m. La forma hiperbólica de la estructura garantiza la necesaria variedad del trazado, y la amplitud de la propia curva evita incomodar la sucesión de pasos de los viandantes, así como el giro de bicicletas, carritos de bebé o sillas de minusválidos. El carácter abierto del conjunto estructural ofrece unas vistas desahogadas y siempre abiertas hacia todas las direcciones.
La vegetación cambiante añade alicientes al tránsito. Los 14 tipos de plantas existentes han sido seleccionadas para ofrecer colores diversos y olores variables a lo largo del recorrido. Se ha procurado que el conjunto esté formado por especies perennifolias para no dar sensación de desnudez en las épocas invernales, con una extensa heterogeneidad en los colores de frutos y flores, así como en los propios periodos de floración y fructificación.
La estructura
La estructura que sustenta la rampa y la pasarela de enlace con Mataleñas consiste en un hiperboloide de una hoja formado por un total de 24 rectas entrecruzadas que se apoyan en un círculo inferior y otro superior, con el eje inclinado de modo que estos círculos sean tangentes en un sólo punto. Sus dimensiones están regidas por la proporción áurea. Así, el diámetro del círculo inferior es de 16 m, mientras que el diámetro superior es de 26 m; la altura de las barras es también de 26 m, y la de pasarela que enlaza la senda de Mataleñas con la estructura se dispone a 13 m, exactamente la mitad de dicha altura. Por tanto, la geometría del conjunto guarda una sólida lógica interna que redunda en el atractivo visual del mismo.
La solución en superficie reglada resulta paisajísticamente interesante. Este tipo de formas presentan un gran poder de seducción visual por el hecho mismo de que un conjunto de líneas rectas distribuidas en el espacio conforme a un orden geométrico determinado puedan crear una superficie curva. La solución estructural intenta, a través de su monumentalidad, significar el conjunto de la operación a escala de toda la ciudad.
El color de la misma, el RAL 3002 de tono rojo brillante, se ha elegido tras observar la amplia paleta cromática existente en el entorno. Las históricas pérgolas de los jardines de Piquío también lograron integrarse en el entorno gracias a su coloración rojiza, y en la ciudad existen pavimentos de similar coloración que funcionan visualmente muy bien, gracias al contraste con el resto de tonalidades.
La rampa culmina en un mirador circular de 5 m de anchura. Este anillo verde, cuyas barandillas interior y exterior se definen de nuevo ajardinadas, se concibe como un espacio de disfrute comunitario atractivo por sí mismo, una terraza o mirador abierto sobre el mar desde el que disfrutar de vistas desconocidas sobre la ensenada del Sardinero, sobre el conjunto de la ciudad y sobre los elementos geográficos distintivos del litoral santanderino.
La anchura de la sección permite la colocación de bancos y mesas que pueden ser empleados como merenderos.
El espacio comprendido entre el primer tramo de la rampa y el suelo se presenta óptimo para albergar un aparcamiento de bicicletas con 27 plazas. Las infraestructuras asociadas a la bicicleta transmiten una potente marca de ciudad al visitante, y contribuyen al crecimiento del número de ciclistas en el entramado urbano.
Así, los usuarios de la playa o los senderistas pueden desplazarse hasta ese punto con sus vehículos con la seguridad de que van a encontrar un espacio donde aparcarlos temporalmente. Los 27 aparcamientos de bicicletas ganados compensan los 20 aparcamientos para turismos que se han perdido para disponer la estructura del acceso a la senda de Mataleñas, y fomentan el uso de la bici como vehículo con el que acudir a la playa.
El laberinto
El interior del hiperboloide se aprovecha para disponer un espacio lúdico para niños consistente en un laberinto circular de pequeña escala formado por setos de boj de hasta 90 cm de altura.
Este lugar de juegos infantiles se delimita en su exterior por un banco corrido de diseño y una senda pasillo desde el que los adultos pueden observar a los pequeños en todos los puntos del espacio. Además de constituir un espacio cívico pensado para el disfrute de los más pequeños, el laberinto compone otro elemento geométrico atractivo al que dirigir la mirada desde el interior de la rampa y del mirador final, convirtiéndose en protagonista de fotos desde los puntos elevados y en pasatiempo conceptual para los adultos que van ascendiendo hacia el mirador o la senda.
En definitiva, se crea un espacio cívico de gran personalidad en el que, de nuevo, caminar es el fin.
Pósteres